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La Mamá de mis amigas

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Tuve mi primera experiencia sexual cuando aún era chico. Vivía en la planta baja de un edificio de tres pisos. En el último se había mudado una familia con dos chicas de mi edad y un hermanito menor. Al poco tiempo me hice amigo y nos visitábamos con frecuencia. En una de esas visitas, la madre, que era corpulenta y de treinta y cinco años, le estaba dando el pecho al hijo menor. Como soy hijo único (y si bien sabía de que se trataba) nunca había visto amamantar. Me quedé como hipnotizado viendo esa teta enorme en la boca del chiquito. La señora estaba en la cama, recostada sobre el espaldar con los dos pechos afuera: “¿Qué pasa, te gustaría probar?”. Me invitó delante de las chicas. Me quedé mudo. En ese entonces, ya tenía mis primeras erecciones.

“No tengas vergüenza, Estelita el otro día quiso probar cómo era y le gustó.” Terminó de amamantar y les pidió a las chicas que se fuesen a jugar con el chico a la terraza, que quería hablar conmigo. Yo seguía con la vista fija en las primeras tetas que veía en mi vida. Una vez que se fueron, sin molestarse en cubrirse me dijo que me acercara. Ya al lado de ella, tomó mi mano y me arrastró hacia la cama y sin que mediara palabra, me acomodó en su regazo como si fuera un muñeco, y tomándome la cabeza me chantó la teta en la boca. Debo admitir que si en ese momento hubiera podido, me escapaba.”¡Chupá despacito!” me ordenó.

En ese momento me empecé a tranquilizar. Sentía el calor de su cuerpo, la tibieza de sus tetas apoyadas en mi cara, un suave olor a colonia y su respiración acompasada sobre mi cabeza. Me acomodé y mientras succionaba, comencé a acariciarla. Cada tanto suspiraba y me decía: “¡Ay qué lindo mi bebé….!” Pasaron unos minutos y empezó a acariciarme; con un mano mi cara y pelo y con la otra las piernas, que las tenía encogidas. Sentí que me tocaba el pene a través del pantalón y tuve miedo de acabar y ensuciar todo, como me sucedía por las noches.

“Mi bebé tiene frío, venga tápese.” Y desprendiéndome de mi boca, me corrió y apartó las cobijas para que me metiese en la cama. Cuando lo iba a hacer, me recriminó:”Ah… no, no, que me va a ensuciar todo. Sáquese los zapatos”. Mientras lo hacía, me desprendió la camisa y los pantalones y me metió en la cama junto a ella, donde me terminó de desvestir. Me prendí a su teta y en medio de suspiros, comenzó a acariciarme de nuevo. Cuando tocó mi pija a través del calzoncillo, me dijo que era un pícaro al notar mi total erección, y pasando la mano por debajo del elástico, me empezó a masajear muy suavemente, parando cada vez que estaba por acabar. Apartándome de su pecho, me besó en la cara, los ojos y por último la boca. Sentía que su lengua pugnaba por entrar y cuando lo hizo, recorrió mi paladar; era una lengua grande, muy jugosa y caliente.

“Ahora lo voy a chupar yo.” Me incorporé un poco, creyendo que me chuparía las tetillas, pero su cabeza siguió bajando hasta la altura de mi pene. Tomó mis testículos, se los metió en la boca y después de un solo golpe, hizo lo mismo con mi verga, que la sentí en su garganta. No pude aguantar más y comencé a acabar. Quise apartarme pero ella se apretó más, y tomándome de la cola con fuerza, me chupó el esperma que salía a borbotones, y siguió aspirando hasta que me dio la sensación que se me fruncía el ano de tanta fuerza que hacía con su boca. Me sentía en las nubes. Se acomodó de nuevo en la cama. Sentía la cara y el pelo transpirado y mojado con mi semen.

“Ahora le toca a mi bebé”, y tomándome de las axilas, me metió debajo de las cobijas y me ordenó que la lamiera. En esa oscuridad, sentí algo velludo y húmedo contra mi boca, que largaba un líquido caliente. Al principio no lo quise hacer; sentía como aversión a meter mi lengua ah&iacute

;. Ella apretó mi cabeza en su sexo y sentí ese olor y gusto, que después del primer instante me empezaron a gustar. En ese momento, se abrió la puerta y entraron los chicos. Ella, sin dejar de presionar mi cabeza, les ordenó con tranquilidad que se fueran a jugar afuera. Seguí lamiendo y chupando todo ese líquido, mientras mis manos recorrían esa formidable cola que mis brazos no llegaban a abarcar.

Apartó las mantas y pude ver esa enorme concha llena de pelos largos y, guiado por ella, metí los dedos en su interior mojado y caliente. Después me pidió, entre jadeos, que le metiera un dedo por atrás. Al principio no se lo encontraba, pero después lo vi, un poco más abajo, cubierto por los jugos de su vagina. Le metí primero uno, después dos y hasta tres dedos juntos y, a su pedido, los empecé a mover. Comenzó a jadear y a quejarse, cambiándome de categoría: “¡Ay…papito…estoy acabando…qué hermoso…!” Era un orgasmo largo e intenso que no terminaba nunca. Me manoteaba la pija, que ya estaba dura y colocándome encima de ella, me la metió en su concha inundada, y tomándome de la cola empezamos a movernos como locos, mientras yo me prendía de nuevo a sus enormes tetas, hasta que sentí que se me escapaba el esperma y ella me apretaba con fuerza, gozando de su último orgasmo. Una vez terminado, me ordenó que me vistiese, me lavó un poco y me peinó. Después de las recomendaciones del caso (que no dijera nada a nadie), me mandó a la terraza con las chicas. A partir de ese momento y por mucho tiempo, cuando yo estaba en mi patio, la sentía chistarme desde el tercer piso y subía las escaleras como loco.

Desde ese momento, me volvieron loco las mujeres más grandes y siempre que podía me cogía y me cojo a las amigas de mi madre. Me encantaría que me escriban y digan algún comentario de mi primera vez. Mi dirección es alemagnojan (arroba) hotmail.com

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